domingo, octubre 04, 2009

El principe y el mago

Erase una vez un joven príncipe que creía en todo, excepto en tres cosas. No creía en las princesas, no creía en las islas y no creía en dios. Su padre, el rey, le había dicho que esas cosas no existían.

un día, el príncipe se escapó de su castillo y partió hacia el país vecino. Allí, ante su sorpresa, desde la orilla en la que se encontraba vio islas, y sobre ellas, extrañas y turbadoras criaturas que no sabia como calificar. Mientras buscaba una barca por la playa, se le acerco un hombre vestido con una amplia túnica.

- ¿Son reales esas islas? - pregunto el joven príncipe.
- Por supuesto que son reales - respondió el hombre de la túnica
- ¿y esas extrañas y turbadoras criaturas? -
- Son todas autenticas princesas, también reales. -
- Entonces, ¡También dios debe de existir! - exclamo el joven príncipe
- Yo soy dios - replico el hombre de la túnica, inclinándose para saludar.

El joven volvió al castillo tan rápido como pudo.
- Así,¿ya has regresado? - dice su padre, el rey.
- He visto islas, he visto princesas, he visto a dios - le dice el príncipe con un tono lleno de reproche.
El rey permance impasible.
- No hay islas reales, tampoco princesas ni un dios verdadero. -
- Yo los he visto. -
- Dime como iba vestido dios -
- Usaba una amplia túnica -
- ¿La llevaba arremangada? -
El príncipe recuerda que así era. El rey le sonríe.
- Así visten los magos - te han engañado

Con estas palabras el príncipe vuelve a partir al país vecino, regresa a la misma playa y encuentra al hombre de la túnica.
- Mi padre el rey me ha contado quien eres - dice el príncipe indignado -,Me engañaste la primera vez, pero no lo volverás a conseguir. Ahora se que esas islas que se ven no son reales, ni tampoco las princesas, porque usted es un mago.
El hombre de la playa le sonríe
- Es tu padre quien te ha engañado, muchacho. En el reino de tu padre hay numerosas islas y princesas, pero estas bajo el influjo de un sortilegio que te ha hecho, y no puedas verlas.-

Pensativo, regresa al castillo. Cuando ve a su padre le mira a los ojos.
- Padre, ¿es cierto que no es usted un verdadero rey, solamente un mago?
El rey sonríe y se sube las mangas.
- Sí, hijo mío, no soy mas que un mago. -
- Entonces ¡el hombre de la otra orilla era dios! -
- El hombre de la otra orilla era otro mago -
- Tengo que saber la verdad, la verdad que se esconde tras la magia. -
- No hay verdad mas allá de la magia -
-Quiero morir - dice el príncipe, lleno de tristeza.
Usando la magia, el rey hace aparecer a la muerte. Esta se detiene en el umbral de la puerta y hace una seña al príncipe. El príncipe siente un escalofrío.

Recuerda aquellas islas magnificas aunque irreales, y aquellas princesas, posiblemente irreales pero maravillosas.
- Muy bien - dice - creo que he aprendido la lección -
- Ves, hijo mio - dice el rey - ahora tu también te estas convirtiendo en un mago.-

domingo, mayo 17, 2009

un dia cualquiera

Un día cualquiera no sabes qué hora es, te acuestas a mi lado sin saber por qué. Era el momento que desde hace tanto tiempo habiamos soñado.Era el momento que desde hace tanto tiempo habíamos soñado. Estabas ahí con tu cabello enmarañado, con tu cabeza tiernamente recostada sobre la almohada, junto a mí, pero tu tenias una mirada triste; una mirada que no lograba entender. Todo parecía maravilloso, pero no lograba entender que es lo que te sucedía.

Desde el principio todo fue un sueño que se deslumbraba a lo lejos, un sueño que llegaba a pensar imposible. Ahora que estábamos viviéndolo, tu mirada me desgarraba por completo.

-¿Por qué esta triste? Dime- fue lo único que supe decirte, pero tú solo me veías como si tu mirada me atravesara, como si pudieras ver mas halla de mí, como si presintieras algo fatal.

-¿Qué es lo que vez en mi en estos momentos?- me respondiste, al fin.
Tan frío como el clima que vivíamos.

-veo en tu ojos una pena y dolor, como si algo estuviera atormentándote- te respondía mientras tú llanto me interrumpía, no te pude decir más – No llores, me harás llorar-

-Esto no es fácil para mí; ¡entiéndeme por favor! Sé que en la vida hay que luchar y siendo pobres con una cruz, pero no puedo más.- me decías mientras las lagrimas que nacían de tu ojos, vivían por tus mejillas hasta morir en tu labios. – Tu amor vale más, por eso te pido que no sufras más por mí y te vallas. Vete lejos y no vuelvas.-

-Si es por el hijo que estas así, seca esas lágrimas, ya llegara. No somos tú ni yo nadie para decidir cuando llegara-

-¿Qué si jamás puedo tener un hijo?-

-Ya le tocara a otra afortunada parirlo. Si no se puede y tanto quieres un hijo, se podrá adoptar uno- No te puede decir más, había empezado a llorar también.

Esto nos dolía mucho a los dos, pero me dolía mucho más a mí, como explicarte que la razón por la que lloras no tiene nada que ver contigo; si no que yo soy la razón por la que tu no puedas tener ese hijo que deseas.

lunes, mayo 11, 2009

"No se como llegó, pero tu nombre estaba ahí"


"No se como llegó, pero tu nombre estaba ahí" escrito en la escencia de este dia. Lo podia ver en el aire, como en la hojas. El otoño había empezado días antes, se podía sentir la brisa fría y las hojas empezaban a caer de los árboles describiendo tu forma; las nubes grises cubrían hasta donde mis ojos alcanzaban a ver. Estoy parado en la orilla de un puente, observado la belleza de la ciudad, algo grande para mi gusto, hay muchas personas, tráfico y contaminación.


Miro hacia abajo, la distancia según me habían dicho son ciento treinta y cinco metros de altura, al fondo pasa un río pequeño que ahora es un arrollo debido a la industria. Es un hermoso mirador y las personas no se detienen, es raro que alguien lo haga.


Es la primera vez que me acerco aqui, nunca había tenido tiempo de venir, pasar un momento a solas y observar, es mi primera vez desde que llegue hace ocho años. Mi vida es como la de los demás que pasan, nadie tiene tiempo de contemplar. Todos miran, pero nadie observa.


-Hola-


Volteo a ver y es una chica de cabello negro con una chaqueta de color café, pantalón negro y una camisa de cuello de tortuga, es linda, sus ojos son color verdes como el de las hojas.


-Hola- fue lo único que dije, siempre he sido tímido con las mujeres.


Es hermoso, ¿no lo crees?

-Si, es un lindo lugar-


El viento hacia que mi gabardina se moviera con el aire, es como si nuestras ropas bailaran. Me encuentro parado en un lugar que siempre había querido visitar y con una desconocida que me saca platica, como si nos conocieramos de tiempo atras.


-Se porque estas aquí, estas pensando en suicidarte, o ¿me equivoco?- dijo con mucha tranquilidad.


-No quiero ser descortés, no necesito que me hagas desistir, si te acercas saltare lo mas rápido- fue lo único que dije.


-Descuida, no le diré a nadie, yo también me voy a suicidar- la forma en que lo dijo fue lo más triste que oido en mi vida.


Esta chica es como cualquiera, solo que esta muy tranquila, habla con tanta naturalidad, se va a suicidar y lo dice con una frialdad absoluta. Supongo que ella lo había planeado hace mucho.


-¿Como sabes que me voy a suicidar?-


-Lo puedo ver en tus ojos, además lo puedo sentir en tu presencia, se que te vas a morir hoy, te he estado observando desde hace rato-


No sabia que decir hasta que me pregunto: -¿Porque te vas a suicidar? se ve que eres un buen chico que lo tiene todo.


estaba nervioso pero conteste con sinceridad -Bueno mi vida... no es tan buena que digamos, es algo triste, monótona y sin sentido, podría decirse que nada me llena, he probado con muchas cosas, pero el sentimiento de tristeza y vacío siguen ahí-


-Yo me voy a suicidar porque tengo SIDA, contraje el virus al picarme con una aguja en el laboratorio donde trabajo, ya llevo un año así y siento que mi vida no vale nada, mi futuro es morir.


De pronto al oír su motivo siento como si una daga fría se clavara en mi corazón. Me intrigaba saber porque ella se iba a matar, si es bonita y tiene un buen cuerpo. Pobre chica, sin futuro, sin sueños, sin metas, todo se acaba hoy.


Me he dado cuenta que algunos tenemos nuestros motivos para morir, se aprecia mas la vida cuando estas por terminarla, sabes lo que has hecho, lo que no harás y eres conciente de todo lo que pasa a tu alrededor.


Se acerca conmigo a la orilla, solo una pequeña división impide que saltemos, pero es fácil de cruzar, el viento acaricia nuestros rostros, es hermoso.


Me acerco a ella y le doy un abrazo, es lo único que puedo hacer por ella, no hay cura para el virus que porta en la sangre. Dos extraños unidos por un acto, por un mismo deseo, un mismo final.


¿En verdad vas a saltar? Me pregunta ella, mientras miramos al fondo.


-Si, creo que si-


¿Te podría acompañar, no quiero saltar sola?


-Claro, no hay problema en ello-

domingo, febrero 01, 2009

zurcido al techo


"La luna estaba zurcida al techo" desde hace diecisiete semanas, tiempo suficiente para saber con exactitud el sexo de un bebe con ayuda de un ultrasonido.

Clara se había prometido asimismo dejar el sexo del bebe como una sorpresa pero pronto se contradijo al detenerse en un hospital de Utah poco después de haber visto una oferta en ropa de bebe. El embarazo la había cambiado de tal forma que Elías se habría vuelto a enamorar de ella, por que Clara se comportaba de una manera tan infantil y sensible como algún día lo haría el bebe que esperaba.
Curiosamente entre las cuatro paredes de su celda a Elías Preston le sucedía algo parecido por el síndrome de abstinencia que le causaba la falta de alcohol y nicotina. Aun que en la prisión se corría el dinero entre los prisioneros adictos al cigarro y otras drogas; Elías solo trabajaba para una cosa, evitar que lo mataran.

El señor Preston era conocido por haber enviado injustamente a la cárcel a cuatro personas, cinco si se contaba a su propio hijo, así que algunos se vengaban; para Elías eran como los abusivos de la escuela solo que mas grandes y por lo tanto mas fuertes.
En un corto tiempo le habían roto tres dedos, fracturado dos costillas y roto la nariz un par de veces, nada que lo matara o lo dañara permanentemente pero sin duda le hacia mas difícil ganar dinero, por que no se puede hacer una figura de madera o una pintura con los dedos inmovilizados, aun que intentara hacerlo de otra forma a nadie parecía gustarle su trabajo “Tan falto de sentimiento” como decía su maestro del taller de pintura.

Elías sentía que se iba a volver loco, nada ni nadie estaba de su lado, incluso los mismos guardias le daban un trato diferente por ser el idiota de la broma telefónica, y es que Elías tuvo la brillante idea de usar su única llamada para pedir una docena de pizzas a cuenta del escuadrón de policía… a nadie le pareció gracioso.

Pero un día pareció volverse realmente loco. Días después de que recibiera su primera visita.

“Hey Preston tienes visita” repitió el guardia y abrió la puerta. Elías estaba viendo el estado de su ojo ahora morado a causa de una pelota perdida que tenia su nombre escrito por pura casualidad, el vago reflejo que mostraba su cuchara no le gustaba en lo mas mínimo.
“¿Quién es?”
“Una mujer”

Elías se sorprendió tanto que hasta abrió un poco más su ojo mal herido, y eso hizo que el guardia se riera de el.

A Clara comenzaba a levantársele la camisa, como no quería comprar ropa para ella improviso con un plumón y escribió el sexo del bebe alrededor de su ombligo saltón. Así logro llamar la atención de la gente, y aprovecho para escribir algo mas “Un dólar por sentir me patear” aun que solo se trataba de una broma, al mas puro estilo de Elías, algunas personas se acercaron a darle dinero.
Entre esas personas estaba un niño que miraba con desconfianza la panza de Clara, “¿Te pagan por estar gorda?” dijo groseramente, Clara lo vio y sintió que retrocedió en el tiempo por que estaba viendo al Elías de diez años que tanto la molesto en su infancia.
“¡Elías!” grito y abrazo al niño; estaba muy conmocionada como para pensar que era imposible que se tratase del mismo Elías.
El niño se escapo de sus brazos y corrió, Clara fue detrás de él. El pequeño se oculto detrás de una señora “Mama una loca gorda me esta persiguiendo” dijo, la señora dejo su diario a un lado y miro a Clara que recuperaba el aliento. Ambas se impactaron. A pesar de que solo se habían visto un par de veces ambas se reconocieron.
“¿Usted es la madre de Elías?” dijo, el niño salió de su escondite para corregirla “Yo no me llamo Elías, loca” y le saco la lengua.
“Eric ve a jugar un rato con tu papa” Dijo la señora y el niño se retiro.
“Señorita Homers”
“Señora Preston”
“Ese ya no es mi apellido, bien lo sabes”
Hablaron, cada quien contando su historia y aquello llevo a la señora Brandow a hacerle una visita a su primer hijo.

Elías tenia la pequeña esperanza de que su visita se tratara de Clara, en verdad lo deseaba pero cuando vio a su madre sentada del otro lado del vidrio su esperanza salió volando por la ventana llevándose consigo un poco de su cordura.
Antes de que Elías se negara a hablar con ella, el guardia que los vigilaba le dio una fotografía que le mandaba su madre desde el otro lado.
Era Clara, dormida en un sofá, su panza estaba encerrada en un circulo, tenia una flecha y decía “AQUÍ HAY UNA HERMOSA NIÑA”
En la esquina de la foto había un niño y con letras pequeñas decía sobre su cabeza "Y este es tu medio hermano"

Entonces el resto de la cordura de Elias salió por la ventana.

sábado, enero 24, 2009

hace tiempo...

-"Hace tiempo comprendí que más vale la pena pensar en uno mismo"- siempre me decia Ahora yo intentaba escribirle algo, pero el papel seguía en blanco. Daba igual cuanto lo mirara o lo dejara de mirar, era lo mismo si fijaba su vista en un punto de su habitación o si decidía intentar que su imaginación escapara por al ventana. El papel seguía en blanco.


La pluma fue un intento de hacer que las palabras le cogieran escribiendo, pero ante la impotencia que sentía al no poder dibujar el contorno de una sola letra, no hizo más que cambiar el aspecto de su situación. Al menos, ahora tenía algo para escribir en la mano.


Una gota de tinta se deslizó por la punta, atreviéndose a mancillar el papel inmaculado con una perfecta mancha negra. Suspiró, molesto, y volvió a guardar la pluma.


No podía esperar un milagro, no en su estado. Aquella era la forma más fácil de hacerlo. También la más cobarde. Se enfadó consigo mismo y retiró todo el material de la mesa de un furioso golpe. El papel y la pluma habían pagado el pato, pero él seguía mirándole con su eterna y prístina blancura (la mancha había quedado oculta), recordándole su fracaso. Aquella nada eterna era como un dedo acusador que no hacía más que probar lo que no era capaz de hacer.


Se dio la vuelta bruscamente y se oyó un portazo tras de sí. Sabía donde tenía que ir. No le gustaba, pero sabía donde era, el lugar exacto. Al principio tan sólo se propuso ir hasta allí, después, ya decidiría qué hacer. La luz del atardecer destilaba sangre ambarina y lo sumía todo en una especie de sueño extraño, ralentizando sus pasos aún más. Con cada suave golpe de sus pies en el suelo, un diminuto torbellino de arena se levantaba del suelo. Caminaba solo.Cuando llegó al linde, quedó inmóvil, no artificialmente estático como podría ser el caso del horror o la sorpresa, simplemente se paró, como si no tuviera más que hacer que contemplar los árboles, a los que lanzaba una mirada desafiante. “No me dais miedo” se mentía.


Su razón criticaba aquel comportamiento con fría lógica. No son más que lo que son, no puedes tener miedo de algo así. El corazón, más humilde, conocedor de verdades anteriores, sabía que aquella decisión conllevaba un riesgo, un riesgo importante. ¿Era aquella la única solución? No, pero sí la más sincera. ¿Tanto iba a sacar de aquello? Lo cierto es que nadie tenía aquella respuesta, las posibilidades echaban a volar hacia el infinito dentro de aquel lugar. ¿Valía la pena aquel viaje?... ¿Lo valía? Creía creer que sí... Mejor dicho, por mucho que le doliera, sabía que sí. Por su amigo habría ido hasta el Fin del Mundo. Pero aquello no era el Fin del Mundo. Era un lugar diferente. Muy diferente.

Había entrado ya en el sendero principal. Aquel camino era claro, no tenía piedras, ni musgo, ni existía peligro alguno. Además, era corto y, de hecho, la salida del bosque se atisbaba al final. Al otro lado llegaría a otro lugar, podía creer que era diferente, completamente distinto, que al final había pasado la prueba, pero en el fondo sabía que aquello no sería más que una triste farsa y que no haría más que caminar sobre sus huellas, escondiendo bajo un falso triunfo una derrota mayor de la que le llevó hasta allí.

A ambos lados del sendero, tan sólo sacando un pie de él, la más densa vegetación, el más oscuro e impenetrable misterio se extendía por doquier. Miró de lleno a la más aterradora oscuridad, la del propio corazón, y tragó saliva. Puede que dentro no encontrara una pantera negra o un tigre bengalí, pero las bestias que elegían aquellas tinieblas como cobijo eran de otra clase y hacía falta otra clase de valor, uno superior al común, que brillara con algo más que con el reflejo de un baño de oro, para hacerles frente.Una lágrima se escapó, furtiva. Lo haría. Lo haría por su amigo y sabía exactamente qué era lo primero que debía hacer. Se retiró la máscara, resquebrajada alrededor de la mejilla por una lágrima cristalina, y la dejó cuidadosamente sobre el camino de arena. Si entraba con ella, sólo daría vueltas y más vueltas. Además, allí no la necesitaba.


Los primeros movimientos no fueron fáciles, pero pronto sus pasos se fueron internando dentro de la maleza, hasta que su figura se perdió entre los troncos más gruesos. Comenzaba a acostumbrarse a aquel lugar; a sus grandes hojas verdes, tras las que se escondían nuevas plantas, nuevos enigmas, al ambiente extraño y familiar a la vez, a los sonidos desconcertantes, a los súbitos ataques de terror, a los encuentros inesperados, agradables y desagradables, pero sobre todo al paso inconstante de su caminar, lento la gran parte del tiempo, fluido y rápido como el agua en contadas ocasiones. Era hora de comenzar. En ese instante oyó algo no muy lejos de él. Una rama quebrada, unas hojas moviéndose. Por un momento pensó haber sentido algo cerca de él. Pero quizá no fuera nada. A veces aquel bosque producía vanas ilusiones

Buscaba una luz que no encontraba, un bálsamo que calmara una herida abierta en otro corazón, que había conseguido arraigarse en el suyo con extrema facilidad. Nunca intentó levantar murallas, nunca se le ocurrió poner un cerrojo y eso le había causado mucho dolor en el pasado. La razón de su viaje era aquella herida, abierta sin malacia, abierta sin tacto.

Aquella idea le agobiaba, le perseguía. Había fallado, había traicionado uno de sus más brillantes valores. Miró sus manos y pensó que ya no podía más. Aquello a lo que fue fiel toda su vida, el arte salido de su corazón, el milagro obrado tantas veces dejó de funcionar un solo instante y todo se derrumbó. ¿Cómo podía haber pecado en su virtud, fallado en lo que más orgulloso se sentía? ¿Tan patético era? ¿Tanto se engañaba a sí mismo?Bajo las ramas de un árbol, se acurrucaba y pretendía no llorar escondiendo la mirada. Había dejado de avanzar, tan sólo permanecía allí, angustiado, inmóvil. No era aquél el momento para ello, había algo que debía conseguir sin dilación y su egoísmo no sería el que le detuviera, así que, haciendo acopio de fuerzas, se secó el rostro, se levantó y siguió caminando.


De nuevo un chasquido le puso en alerta. Giró rápidamente sobre sus talones y... ahora sí, estaba seguro, había visto una sombra desaparecer delante de sus ojos. Comenzó a albergar interrogantes sobre si aquel bosque que pensaba conocía no incorporaba peligros que él aún no conocía, seres que, por primera vez, impidiesen que volviera a salir de allí con vida. En ese momento, de la nada saltó una bestia negra, fiera, terrible. Le amenazaba con terribles rugidos, impidiéndole el paso más allá de ese punto, lo que quería decir que sus pasos iban bien encaminados. Él levantó la mirada y la miró directamente a los ojos. Clavó sus iris en aquella pupila negra, profunda, con la que mantenía un duelo desigual. El animal seguía impertérrito. “No tienes poder sobre mí. Ya nos conocemos”. La bestia emitió un bramido espantosos, que hubiese helado la sangre a cualquiera. Pero ellos, a su pesar, eran viejos conocidos y se habían visto las caras hace mucho tiempo, quizá demasiado. Como dos viejos tigres que conocen los trucos del otro, se presentaron sus respetos y cada uno siguió su camino, no sin que la fiera le recordara una última vez que seguiría allí y que su muerte sólo iría ligada a la suya. Él giró levemente la cabeza y prosiguió su caminar. Aquella no era su sombra.

Había cometido una falta, sí, un acto terrible del que no podía más que apartar la vista, pues, aunque sus manos no fueran consciente del daño, habían sido ellas, había habido daño. Era hora de afrontar la verdad, de pedir perdón... Sintió una terrible punzada en el corazón. Pero... ¿existía el perdón?

¿Podía perdonarse algo a cambio de meras palabras? ¿Eran capaces simples sonidos de sanar una herida en un instante? No era un necio, sabía que aquello no dejaban de ser sueños de niñez. Entonces, ¿de qué sirve el perdón? ¿Para qué buscar una farsa, una mentira que cubra un hecho que jamás podrá ser borrado? Aunque pudiese borrarlo de sus memorias, aunque fuera capaz de volver atrás en el tiempo y evitar que aquello ocurriese de una manera o de otra, el hecho, la falta seguirían allí, pues una vez existieron. El perdón, por lo tanto, también engañaba con vanas ilusiones al perdonado. ¿Podía entonces creer en él? ¿Hasta qué punto era su esperanza capaz de tener fe en una quimera?

Su pie derecho tropezó con una piedra y él perdió el equilibrio momentáneamente. Cuando consiguió reponerse, se dio cuenta por primera vez de que había llegado a un claro, una pequeña zona despejada que, como si de un secreto jardín silvestre se tratara, destilaba algo de paz y tranquilidad en aquel lugar inexpugnable.

Sintió la necesidad de correr al centro, de disfrutar del cielo abierto y tumbarse sobre la fresca hierba verde. Contemplaba las nubes con una débil sonrisa y comenzó a darse cuenta de que...Un nuevo movimiento. Esta vez había sido muy cerca de él, se amparaba en los árboles que lindaban el claro.- ¡Quién es?- gritó, con el terror recorriéndole el cuerpo como el frío hielo.

Volvió a sentir un movimiento en uno de sus flancos, mucho más cercano que al anterior. Aquel era el momento de plantar cara a lo que quiera que fuera aquello. Sintió el susurro de un aliento y una voz calmada habló tras de él.

- Cuentan que en un bosque una vez dos caminantes perdieron todo rastro de sus senderos, sumidos en las tinieblas.

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

-Cuentan que un día, perdida toda esperanza de volver a ver la luz, estas dos almas errantes se encontraron en un claro- continuó él.

- Y el primero preguntó...

- “¿Quién eres?”-“Aquel que sumido en las tinieblas, por los actos cometidos, busca el perdón.”-Y el segundo preguntó...


-“¿Quién eres?”

-“Aquel que sumido en las tinieblas, por los actos cometidos, busca poder perdonar.”

Se dio la vuelta y encontró la sonrisa amiga. ¿Podía el perdón curar aquella herida? Buscó en sus ojos y, como él le dijera una vez, allí halló la respuesta. Ambos amigos se abrazaron con fuerza, prometiéndose mutuamente no volver a separarse nunca más y decidiendo buscar juntos la salida a aquel laberinto.


Mientras se alejaban, los primeros rayos de la luz exterior comenzaban a filtrarse por entre las ramas. Puede que el perdón no curara las heridas, pero era el primer paso para que el tiempo y la confianza lograran hacerlo.

miércoles, enero 14, 2009

El escritor


"Tengo un amigo escritor al que le gusta llevar la contraria." En su infancia su madre le decía – mijo no raye las paredes – y es lo único que hacía, pues para el no eran rayones, eran un escrito mas en un muro que según el alguna vez seria leído, que los demás no le entendieran no le importaba, pues se daba cuenta que era lo que le gustaba hacer.


En las noches, su madre le contaba cuentos para arrullarlo mientras esté se dormía, pero él no sentía que eso fuese dormir, era el tiempo donde más cosas sorprendentes vivía. Un día iba a la espacio, otro día era una hormiga que tenía que cruzar un gran charco con una hoja, mientras que otro día era un ave que surcaba los aires conociendo diferentes lugares y así le sucedía todos los días.


Fue creciendo y en verdad a él nunca noto una diferencia en sus gustos. Podía alcanzar las cosas de la mesa, hablaba con otras personas, hasta podía cuidarse por sí mismo en una ciudad que no conocía y donde no conocía a nadie, pero nunca pudo independizarse de su gusto por escribir. Gusto que saboreaba en cada rato libre que tenia, mientras no estuviese algo que leer o algo en que pensar seriamente antes de escribir su pensar.


Sus padres lo apoyaban, ellos ponían todo de su parte para que su hijo fuera feliz, sin dejarle de inculcar cada cosa que podían. Gracias a ellos, él conoció el arte, la literatura, los libros y los sueños. Cosa que hizo que continuara llevando la contraria, pues el sabia que vivía en una sociedad en la que menos gente leía, gente que prefería ver televisión o jugar algún videojuego, pues la mayoría aborrecían los libros, la escuela, el arte y la cultura. Una sociedad donde el habito de lectura y estudio se han ido perdiendo.


Sabiendo que poca gente aun leía, él le gustaba dar parte de si para que leyéramos sus desveladas, sus horas frente al teclado, sus tazas de café, algunos cigarros y dejando un pedazo de su alma en cada palabra. Fue así como él se convirtió en alguien que dedica su vida a las letras, que lee y escribe, que escribe y lee, así es su vida.


Con su imaginación va hilando palabras sobre una hoja, consumiendo renglón tras renglón, hasta crear páginas llenas de misterio, aventura, romance, magia y terror, nos cautiva a todos con su vida, sus sueños e incluso con sus pesadillas.

Solo necesita papel y pluma o un teclado en estos tiempos modernos , en ocasiones un café para esas noches en las que esta inspirado, donde el tiempo se detiene y la tinta corre.


...


Los escritores, nacen, escriben y mueren para que los lean.

sábado, enero 10, 2009

Una a Una se fueron Marchitando


Una a una, las flores se fueron marchitando. Como si el tiempo se estuviera terminando. Así me sentía yo, sin ganas de levantar la mirada, sin ganas de levantarme y caminar hacia delante. Estaba cansada, cansada de cada día ir a verte y realmente nunca estar contigo. Tomarte de la mano y nunca sentirte junto a mí.


El día de ayer fui a verte, como de costumbre, de nuevo estabas ahí con una mirada fría y perdida. Estábamos uno al lado del otro, te tomaba de la mano, pero tú nunca volteaste a verme. Quería llorar, es cierto, pero a ti parecía no importarte. Junto a ti me recosté. Estabas muy frio, pero me gustaba tener tu mano alrededor, me gustaba sentirte. Aun así yo me sentía sola, e insegura, solo quería estar junto a ti.

Afuera nos inundaba un frio infernal, como esos que no sentimos desde aquel año cuando mama hacia chocolate caliente para los tres y todo era feliz. Te acosté en la cama y me adherí a tu pecho. Tenía frio y no estabas a mi lado, no me calentaba tu cuerpo ni me acariciaban tus brazos. Las horas pasaron y vi en ti una sonrisa carente de sentido y calidez. Esa distancia que nos separa hacia más fuerte mi necesidad por tu alma.

Entonces me levante y camine hacia al baño, abrí el grifo y deje que la tina se llenara para poder recostarme. Hace tanto tiempo que no lloraba tanto, quizá desde que ese día que dejaste de hablarme. Mama se había se había ido, y tu dejaste de hablar. No sé si te fuiste tú o me aleje yo. Después de eso no volvimos a vernos.